Hace unas semanas se terminaba el contrato de un alemán con el que apenas había cruzado 2 frases a parte de la sonrisa con ceja levantada. La sonrisa con ceja levantada es mi forma de saludar a compañeros de trabajo de los que desconozco la procedencia o el idioma, una especie en auge.
Me enteré que se iba del mismo modo que supe que era alemán, preguntando por el dueño de la montaña de donuts y cakes que había en la sala del café. Después supe que se trataba de restos de lo que debió ser el Everest en chocolate.
El Aleman, o el chico EMO como yo solía referirme a él, quiso despedirse de una forma dulce y compró todos los pasteles (y chucherías) habidos y por haber con los que fue obsequiando a cuantos se cruzaban en su camino.
Hace unos días una compañera Holandesa -a la que saludo en español y llamo por su nombre- decidió tener un detalle pre-cumpleaños con los compis y se fue paseando por los pasillos entregando pastelitos de hojaldre.
Me gusta pensar que trabajo en una especie de ONU pero con detalles de este tipo no puedo más que aceptar que mi empresa es una ONU inversa, porque si fuéramos la ONU algún jefe se habría encargado de confiscar los hojaldres para comprobar su procedencia y calidad o riesgos sanitarios, por no hablar de los aranceles e impuestos que la holandesa nos habría hecho pagar antes de entregar el regalo.
Si fueramos la ONU el alemán a buen seguro habría recolectado todos esos pasteles de cada una de las mesas de las personas que encontrara a su paso, y la sala del café sería su escondite, su cuenta en suiza, y no su escaparate.
Lo peor de todo es que si trabajara en la ONU, si trabajara en la ONU yo...no quiero ni pensarlo.
jueves, 8 de febrero de 2007
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