sábado, 17 de octubre de 2009

Viaje a ninguna parte



Se ganaba unas pelas atendiendo el teléfono en una famosa cadena de pizzas
Me encantaba llevar su bicicleta cuando quedábamos.
Era una bici muy antigua con sillón de cuero duro y estructura estilizada. La encontró en el bloque donde se mudó y el vecino no dudó en regalársela al preguntar por ella. La típica bici que hoy día imitan las marcas dando un aire retro solo que ésta era retro de verdad.
Me encantaba llevar la bici mientras andábamos, no es que quisiera que la gente pensara que era mía, simplemente me relajaba controlarla con una mano en el sillín de cuero paralela a nuestro caminar.

Cuando recuerdo aquella época siempre me vienen a la mente la bici y esa costumbre suya de llevar una botella de ron en el bolso. No es que fuera una alcohólica ni mucho menos pero siempre que quedábamos se metía una botella de ron en el bolso sabiendo que acabaríamos con ella a lo largo de la noche.

La conocí de casualidad. Era amiga de mi ex. Mejor digo que era amiga de la que posteriormente se convertiría en mi ex. Eran amigas de toda la vida y compañeras de clase de un curso superior aunque mi ex tenía un par de asignaturas pendientes que casualmente coincidían con las mías.
El día que la conocí me chocó que fuera tan borde. Estábamos en una barrilada y no quería ir al baño por no dejarme a solas con, llamemosle E (a mi ex) porque, según decía, yo tenía cara de cabrón que iba a aprovecharme de ella. Como si E necesitara ayuda.
Años después entendí que realmente me protegía a mi de ella.
El caso es que acabamos siendo muy buenos amigos, de los que quedan para contarse las mierdas de sus respectivas parejas frente a la botella de ron sacada de un bolso mientras se controla una bicicleta de medio siglo con una mano en el sillín.

Es curioso que me acuerde tanto ahora.
Me encantaba ir a su casa y autoinvitarme a comer pasta carbonara mientras me metía con su rollo de turno haciendole ver que no había olvidado al cabrón que llevaba una década jugando con ella.
Una de las últimas veces que hablamos me preguntó si no me daba miedo quedar con gente de internet. Debí ser muy convincente porque al poco tiempo se había liado con uno o dos internautas.

Me encantaba quedar con ella, beber ron de su botella sacada del bolso y llevarla sentada sobre el manillar de su bici de medio siglo a lo 2 hombres y un destino.
Tenía una hermana guapísima experta internacional en un deporte aburrido que no tuve interés ninguno en conocer personalmente. Si he de ser sincero creo que sus ojos eran de lo más gatunos.
Es curiosa la amistad. Son varias las noches que compartimos cama sin problema, por nuestra parte.

Hace unos meses nos cruzamos en una pizzería.; La misma cadena para la que ella había trabajado al teléfono una década antes. Era madre de un par de niños ¿o eran 3? y yo estaba a punto de tener a Laurita como centro de mi vida.
En aquel momento no me di cuenta lo mucho que echo de menos a la mejor amiga que he tenido.
Echo de menos a la persona que me decía las cosas a la cara y que aceptaba que yo le lanzara cualquier tipo de bomba a la suya. Echo de menos sentirme inmortal y eterno empujando aquella bici mientras hablábamos de cualquier cosa camino de yo qué sé dónde, probablemente La Alameda.

Pese a no saber escuchar recuerdo perfectamente sus explicaciones sobre cómo empezó a tontear en bolsa metida por su cuñado, cómo comprobar si conducía bien, o no, dejando un paquete de tabaco sobre el salpicadero (no importa que yo no fume) evitando en la medida de lo posible que se deslizara en las curvas y qué método aleatorio usaba para hacer las quinielas.

El día que la conocí, borde seca y anticupido, llevaba unas gafas de sol ocultando sus ojos verdes. Sé que son verdes con la misma certeza con que sé que su bici era negra. Creo que hasta hoy no he tenido en cuenta esos detalles pero me han venido a la mente como si llevaran años ahí, esperando a que la puerta se abriera desvelando el premio del concursante,
Hoy, años después, admiro su personalidad, su forma de ver la vida; Su Seat Toledo comprado al vecino jubilado que lo tiene nuevo; su bici recibida de otro vecino aun mayor; su paciencia por aguantar semejante engendro durante años (yo).


He tenido una noche tonta. He pasado unos minutos solo en un sitio que frecuentaba y me han asustado fantasmas del ayer; Se me han aparecido y me han mostrado un Yo con 30kg menos 10kg de confianza extra y un mundo por conquistar.

No sé ni dónde dejé el parche de pirata conquistador. Igual encuentro antes alguna foto de época con la que ilustrar el post.

4 comentarios:

  1. Una entrada como las de antes
    Ahora recuerdo pq me hice adicto a tu blog, en los tiempos de martillo de cristal

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. No me parece muy buena que digamos, pero bueno. Está escrita a horas intempestivas en un ataque de nostalgia

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  4. A mí me ha gustado mucho. Hacía mucho que no entraba aquí y leyendo esto (como Elbier) he recordado porqué pasaba aquí de continuo. Con el vídeo de Google (que ni he abierto) también he recordado porqué dejé de hacerlo.
    Preciosa entrada.

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