Vuelvo a Atocha a recoger la maleta tras una infructuosa mañana.
La consigna no abre. Busco a alguien que me lo solucione pero está
ocupado abriendo la consigna de otro tipo.
Espero pacientemente con mi tarjeta en la mano a que termine de meter
en el portatil el código que abra la puerta x.
Termina y unas chicas lo reclaman y se me cuelan. Lo sigo con todo el
aguante del mundo hasta que el problema de las chicas se hace mayor.
No tienen la tarjeta porque se la ha tragado la máquina, y sin tarjeta
no hay maleta, aunque sepas forma y color (puedes haber visto como la
metían).
Lo de las chicas se eterniza y exploto, y salpico a todo dios, por
colarse, por querer colarse, por ignorarme a causa de ser educado,
porque todos vamos a perder el AVE...
Cuando por fin me toca, el hombre (que aguanta mi enfado estoicamente)
me pide la tarjeta mientras yo le explico asustado que mi consigna
está abierta, que no está mi maleta, que ahora que hacemos. El señor
mira la tarjeta mientras se aproxima a mí y sigue de largo un par de
pasos hasta que la introduce en la taquilla correcta.
...
Afortunadamente de pequeño me enseñaron a pedir disculpas
miércoles, 7 de noviembre de 2007
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