jueves, 3 de enero de 2008

una carrera

Antes corría alguna carrera solo, que aburre. Luego la gente te pregunta si has ganado y yo no se qué cara poner para explicar que cuando llegué el primero ya se había duchado. Era aburrido, pero llegas a meta y tienes a alguien con la mochila. Ahora no. Este año la san silvestre era para el habitual (o sea, yo), pero también para la anteriormente conocida como fotógrafa cargadora de mochila (que esta vez no tenía ni cámara de fotos ni mochila) y un jugador de baloncesto con unos pantalones de correr de mediados de los 90.
Cuando hablas con alguien que vive desde hace poco en Madrid se suele sorprender de algunas cosas. Una de ellas es que mucha gente dice conocer a mucha gente. Un rollo del estilo “el colega de un primo mío tiene un hijo que es íntimo de Raúl”. Yo hace tiempo que me siento plenamente adaptado a la vida madrileña. Una de las razones es que siempre trabajo rodeado de gente y que luego me cruzo por la calle y no saben si saludarme pero al menos ponen cara de “esta cara me suena”. Así que mis contactos me ofrecieron la inscripción gratuita, el chip de la carrera era de la empresa de un conocido, el stand de la feria del corredor lo organizaba un colega y al llegar a la recogida de camisetas un tipo me saludó con un “te veo más que a mi madre”.
Vamos, que conozco a mucha gente, pero no me acuerdo del nombre de nadie. Eso sí, mi compañera de correrías se encuentra a un amigo en medio de los 25.000 tíos de naranja.

3 comentarios:

  1. Dudo mucho que no recuerdes los nombres

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  2. ¿qué ha sido de las licencias poéticas?

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  3. Mmmmm aceptamos la licencia poética pero, no podrás decir nada si un día te cuento que escapé de lo que sea colándome a través de una rendija o entre los barrotes de una valla.
    O mejor aun, que gracias a mi buen carácter y paciencia conseguí lo que buscaba.

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