Uno de los dos se hizo una herida en la mano y el otro se cortó en un
dedo para mezclar nuestra sangre y estrechar más aun nuestros lazos.
En aquel hermanamiento le prometí que pondría su nombre a mi hijo.
Lo malo de tener una crisis de identidad es que te reencuentras tras
25 años y no puedes evitar compararte y perder en la comparación.
Encima está guapo el cabrón
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